Se me perdió el norte. Un día de repente no pude encontrarlo. Si viajaba al sur sentía frío. Cuando buscaba el este se me ponía el sol y en el oeste sus rayos me quemaban.
Perdí el rumbo. Mi brújula se había estropeado y mis pasos daban vueltas a la nada.
A cada paso buscaba señales; en cada esquina dibujaba una señal que duendes caprichosos borraban para jugar a las escondidas.
Hoy encontré un viejo imán que me sonreía. Quise recordar de donde nos conocíamos pero no pude; entonces él, tranquilo y decidido saltó a mi brújula que adormecida comenzó a mover sus desgastadas flechas.
Mi vieja brújula traicionera…mi prodigo imán…mi rumbo perdido…