El invierno en la Casona era la mejor época del año. Mientras el Tío Lucas recogía leña en el bosque, la Yaya preparaba chocolate humeante para que nunca se helaran nuestros corazones.
Nunca hablaba de mamá ni de papá…ni de Dios pero cada día llenaba nuestros bolsillos de nueces, castañas y bellotas. Después se sentaba con Flora junto al fuego y le contaba historias de caballeros andantes en los que mi pequeña hermana era siempre la princesa.
El día que la gripe entró por las rendijas de la Casona, Flora aún no había empezado la escuela, por eso la sorprendió galopando sobre su caballito de madera y ya no dejó de trotar con ella hasta que se durmió para siempre.
Después del entierro de Flora, la Yaya preparó su chocolate humeante y me pidió que conservara ese calor en mi corazón. Luego me abrazó y me acompañó hasta la estación, me acomodó en mi sitio y se quedó en el andén diciendo adiós con la mano mientras el tren atravesaba las montañas que veía desde la ventana de mi dormitorio. Cerré los ojos y dormí hasta que el revisor con su impecable gorra me avisó de que había llegado a mi destino. Bajé refregándome los ojos e intentado grabar en mi retina todo el mundo que se abría ante mí.
Una señora me cogió de la mano. Andaba con prisas sobre unos zapatos que brillaban como las cazuelas de la Casona. Sentía frío, echaba de menos el chocolate humeante. Me arrastró por calles llenas de hielo negro, ese que, según la Yaya, volvía fríos a los hombres de la ciudad.
Nuestro camino acabó frente a un edificio feo y gris con grandes letras de hierro: O-R-F-A-N-A-T-O.
Solté la mano de la señora y corrí. Avancé por calles desconocidas, rápido, sin mirar mientras sentía en mi espalda garras que intentaban cazarme como el Tío Lucas cazaba a los zorros que robaban las gallinas en el corral de la Casona. Corrí siguiendo las vías del tren que habían aparecido en mi camino como por arte de magia. Las seguí mientras el sol salía y se ocultaba tras las montañas una y otra vez.
El viento soplaba fuerte cuando por fin vi la Casona. La veleta giraba furiosa y las contraventanas golpeaban los cristales sin que el Tío Lucas ni la Yaya salieran a amarrarlas. Dejé de correr. Despacio, el frío fue adueñándose de mi cuerpo mientras mis pies recorrían el camino por el que tantas veces corrí intentando coger a Flora en nuestros juegos.
Entré por la cocina. Pequeñas motas blancas cubrían los muebles pero no olía a la harina con la que la Yaya amasaba el pan. Mis pasos resonaron y el eco me los devolvía, apagados y tristes. En el salón no había lumbre, los rescoldos hacía días que se habían apagado y, sobre ellos, la jarra del chocolate lucía una capa de escarcha como la que se formaba en el barreño de la ropa en el patio.
Rodeé la vieja mecedora, la escarcha había alcanzado sus patas y subía hacia el respaldo. Sobre el reposabrazos, la mano de la Yaya sostenía una taza de chocolate que ya no humeaba. Sus labios, morados y rígidos, dibujaban una media sonrisa cargada de tristeza. En su regazo, una foto de Flora y mía con nuestras tazas de chocolate humeante. Su otra mano, apoyada en el pecho, estaba completamente helada. Sólo entonces lo comprendí: sin nosotros, a la Yaya se le había helado el corazón.
Precioso relato. Tierno, conmovedor y muy bien construído. Mucha suerte en el Tintero.
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Gracias, Marta.
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Has sabido cargar el relato de melancolía desde el primer párrafo, y esa sensación ya no lo abandona hasta el final. El chocolate como elemento que espanta el frío del invierno y de una existencia precaria es un símil acertado. Ese frío que al final termina por imponerse en un final dramático de soledad y muerte. Te deseo mucha suerte en el Tintero, Beatriz.
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Muchas gracias por tu análisis, Jorge.
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Muy lindo y nostálgico tu relato. Felicidades.
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Gracias, Gloria
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Hola Beatriz, una historia triste, un drama escrito de corrido como esa niña que corre por las vías para llegar a conseguir la taza de chocolate de la yaya, el que nunca olvidará. Un abrazo
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Gracias, Emerencia. Buscaba un cuento de Navidad pero salió esta historia. Un abrazo.
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Una triste historia que da gusto leer, Beatriz. Transmites emoción. El sentimiento de abandono, el miedo a lo desconocido y el frío de la soledad, además de la nostalgia del calor familiar que tan bien representa ese chocolate caliente. Suerte en el Tintero. Un abrazo.
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Muchas gracias, Carmen.
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Una historia muy triste, de las que hielan el corazón si no se tiene a mano una taza de chocolate. Te felicito por lo bien escrita que está.
Un saludo y buena suerte.
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Muchas gracias, Bruno.
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El chocolate caliente como alimento que reconforta el cuerpo y el alma funciona muy bien como eje vertebrador de la conmovedora historia, enlazando el cálido y alegre principio con el frío y desgarrador final. Saludos, Beatriz, y Suerte en El Tintero.
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Muchas gracias, Paco.
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Gracias, Beatriz, por participar con este relato en EL TINTERO DE ORO. Un abrazo y suerte!!
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Hola Beatriz
Encantador relato, muy original y melodramático. Las tazas de chocolate, esa carrera por las vías, y lo más impresionante la yaya en la espera, envuelta en ese abrigo de escarcha.
!Suerte en el concurso!
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Gracias por tu comentario, Yeskan.
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Magnífico relato. El párrafo : «El día que la gripe entró por las rendijas de la Casona, Flora aún no había empezado la escuela, por eso la sorprendió galopando sobre su caballito de madera y ya no dejó de trotar con ella hasta que se durmió para siempre» es definitivo y muestra de una forma impecable la urdimbre de emociones en una trama de apariencia ligera pero sin resquicios. Me gusta mucho
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Muchas gracias, Luigi.
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Muy bien narrado, Beatriz. Como a la protagonista, nos conduces de la mano y sin bajar el interés, hasta el final desolador, pero tan bellamente descripto.
Toda la suerte en El Tintero.
Besos.
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Muchas gracias, Mirella.
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¡Madre mía! A la pobre yaya se le congeló el corazón, pero a mí las lágrimas. Dolorosamente hermoso. ¡Enhorabuena! Por cierto, te falta la tilde en «andén» y creo que te sobra un «de» en la frase: «En el salón no había lumbre, los rescoldos DE hacía días que se habían apagado y, sobre ellas, la jarra del chocolate lucía una capa de escarcha como la que se formaba en el barreño de la ropa en el patio.»; y en es misma frase, cuando dices: «sobre ellas», si alude a los rescoldos, debería ir en maculino. Pero no lo des mucha importancia, porque el relato es hermoso y muy conmovedor. ¡Enhorabuena!
Un abrazo.
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Gracias por tu comentario y por tus correcciones, Rebeca. Cuatro ojos ven más que dos. Un saludo.
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Un precioso relato , lleno de nostalgia y ese chocolate caliente que se había quedado helado como guía de un escrito muy bien formado y escrito.¡Suerte en el tintero! . Un abrazo.
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Muchas gracias, Mamen.
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Hola Beatriz
Sobrecogedor. Lleno de imágenes bien ambientadas y cuidadas en los detalles, en el recuerdo, en las cosas de todos los días que se nos pasan hasta que ya no están…
Enhorabuena, suerte y un abrazo
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Muchas gracias por tu comentario, Paola. Saludos
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Hola, Beatriz: ¡Qué hermoso cuento! Excelente trama. Ya con este párrafo»«El día que la gripe entró… que se durmió para siempre», se cerraría un microcuento perfecto; pero sigue abierto tu joyero de imágenes acertadas y bellas, que cierra con un clic de escarcha y de corazones helados. Sumo la dinámica del cuento, que aligera las descripciones: el caballito, el tren, el
chico que corre, la hamaca… Aplausos! ¡Suerte!
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Muchísimas gracias por tu comentario, Beba. Un saludo.
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Triste, muy triste; pero bello, muy bello, el relato que compartes con nosotros, amiga Beatriz. Me ha encantado el ritmo y la naturalidad con que va transcurriendo toda la acción, a pesar del drama que planea de principio a fin; y todo ello con el hilo conductor de ese chocolate humeante que evoca, es inevitable, tardes de otoño e invierno parapetados bajo una mantita de cuadros, y el siempre protector calor humano. ¡Enhorabuena!
Te deseo mucha suerte en «El Tintero…».
Un abrazo.
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Hola, Beatriz.
Este relato me ha llegado muy profundo, quizás porque yo tuve una Yaya como la de la historia. El clima, la tensión, el ritmo y la intimidad que trasunta lo hacen un relato precioso.
Un abrazo
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Muchas gracias por tu comentario. Un saludo.
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BEATRIZ
Una taza de chocolate calentito ¡qué rico!, no sé si espanta la tristeza, pero desde luego reconforta, y sobre todo si quien la prepara es la mano cálida de una abuela. Creo que esa es la esencia de tu relato Beatriz, el cariño, y la tristeza cuando nos falta.
Un abrazo Beatriz y hasta pronto compañera.
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Gracias, ¡qué alegría tenerte de nuevo por mi rinconcito!
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Enhorabuena por tu estupendo puesto en Tintero Beatriz. Un brindis chin chin ¿quién ha dicho que no se puede brindar con chocolate caliente? ¿ehhh?
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Beatriz, me ha encantado este relato. Se me humedecieron los ojos con la muerte de Flora y el hallazgo de la yaya con la mano helada en el corazón desató la congoja… Está lleno de cariño y nostalgia y contado de una forma preciosa. Solo me extraña la ausencia de noticias del tío Lucas. En fin, gracias por compartir este tesoro. Felicidades y suerte en el Tintero.
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Muchas gracias por tu comentario, Alma.
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Hola Beatriz, un cuento cargado de ternura y tristeza . Desde el principio al fin se vislumbra ese drama en el que discurre la acción. Desde esa taza de chocolate humeante hasta la muerte de Flora.
Un abrazo y suerte en el concurso
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Hola Beatriz, es tan bello tu cuento que faltan palabras para decirte lo que me ha transmitido. La casona de la abuela, el aroma a chocolate y todo el entorno descrito con detalles . Muy bien narrado con el uso de una prosa rica y llena de ternura. Los párrafos finales trasuntan el dolor, la ausencia de la casa vacía. Me ha encantado. Un abrazo .
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Gracias, Mirta. Qué alegría leerte de nuevo por mi rinconcito. Un abrazoz
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Sin duda, un bello relato. Un duro regreso al hogar con una sobrecogedora imagen de la Yaya muerta. Su corazón congelado, no por el frío exterior, sino por el terrible vacío de la Casona, donde antes existió un calor y ahora tan sólo escarcha. Un saludo y suerte en el tintero.
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Muchas gracias, José. Un saludo.
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La verdad es que ha sido un placer leer esta pequeña historia con toque triste de abandono.
Una cruda realidad actual de tantos ancianos que viven en soledad y a los que nadie acaricia ni escucha.
Mucha suerte y un abrazo.
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Muchas gracias por tu comentario, Francisco. Un saludo.
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Felicidades Beatriz por ese sexto puesto en el Tintero. Abrazos!
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