Mario se sentó en el primer hueco libre que encontró en el vagón, entre un señor trajeado y con maletín que leía ensimismado el Financial Times y una extravagante señora de pelo enmarañado y teñido de morado intenso y gafas de gata que lo escrutaba curiosa.
–No es fácil ser personista, ¿sabe?
–¿Disculpe? —Mario se revolvió en su asiento ante la extraña afirmación de su vecina.
–Personista, mi profesión… no me mire con esa cara, hombre… ¿no sabe lo que es?
–Pues la verdad es que no, lo siento. —Aquella incipiente conversación empezaba a incomodar a Mario, más dado a la contemplación que a la conversación.
–Verás, yo me dedico a crear personas. Sí, sí, tal y como oye. El hecho de haber nacido no nos convierte en personas y para eso estoy yo.
Mario miró a su vecino del Times esperando que lo rescatara pero el hombre seguía enfrascado con la publicación económica y no prestaba la más mínima atención a la charla que ocurría a su lado.
–Está claro que usted ahora mismo se siente incómodo con que le dé conversación y eso para mí es señal de que es un pusilánime; desde que lo vi entrar en el vagón supe que usted necesitaba de mis servicios de asesoría de personas.
–Oiga, señora, que yo no le he faltado al respeto en ningún momento para que usted me diga pusilánime. —La vieja de las gafas gatunas lo estaba sacando de sus casillas.
–Mi intención no es ofenderlo, pero sigo convencida de que me necesita… Mírese, se esconde detrás de ese flequillo y esas gafas, lleva los zapatos sucios, tartamudea cuando se pone nervioso, usted es un modelo chimpancé: con apariencia de persona, pero vacío, y por eso no consigue el trabajo que tanto busca… son muchos años de profesión, joven.
Surrealista, aquello parecía una inocentada. Miró el móvil de reojo por si era 28 de diciembre pero no, aquello no era una broma, aquella señora le estaba haciendo un psicoanálisis en lo que duraba el trayecto hasta la Estación de San Germán. Ella seguía hablando y hablando de su falta de cualidades, de su incapacidad para concentrarse y prestar atención mientras que él había colocado ya sus oídos en mute y repasaba mentalmente la lista de la compra.
–¿Ve lo que le digo? Hace rato que ha dejado de escucharme, cree que estoy loca y por eso está pensando en otra cosa, ¿en qué podrá ser? ¡Ah, claro! En la compra que tiene que hacer en el súper ahora cuando llegue a la estación.
–Señora, no se ofenda, pero mi vida es perfecta, justo como yo la quiero vivir, soy una persona feliz.
–¡Ay, joven! Usted no es persona y tampoco feliz. Usted necesita alma, ahora mismo está vacío, no llega al rango de desalmado, simplemente no tiene un fin en su vida y no sabe cómo avanzar. El enmarañado pelo de la mujer comenzó a recordar a Mario a la historia de Medusa y, por un momento, temió convertirse en piedra en aquel vagón de tren—. Le voy a dar mi tarjeta y cuando se decida a vivir, sí, a vivir, no a pasar los días, me llama.
La pantalla avisó a Mario de que ya llegaba su parada y se sintió aliviado de dejar aquel vagón. Saludó con la cabeza a la vieja que asentía con la cabeza como sólo hacen aquellos que saben que llevan la razón, y se bajó del tren mientras que el señor del Times seguía sin levantar la cabeza de las páginas asalmonadas del diario.
–Pobre chico, nunca llegará a nada en la vida —se lamentó la señora dirigiéndose al trajeado del Times—. ¿Qué tal te va a ti desde que acabamos las sesiones, Torcuato?
–Pues ya ves, Clarisa… ahora tengo trabajo, he encontrado una novia estupenda y disfruto de mi tiempo haciendo cosas que me hacen sentir bien… aunque todavía fallo en algunas cosas—. Un espécimen modelo hiena como yo no puede olvidarse de la carroña tan fácilmente y, creo que la policía, empieza a sospechar de mí tras descubrir los últimos cadáveres de mi cadena.
Siempre hay quien quiere componerte y recomponerte la vida, pero solo con pensar que puedan existir personistas como esta se me ponen los pelos de punta. Un relato delicioso y muy bien narrado.
Saludos y suerte en el Tintero de Oro.
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Gracias, Josep. Esta personista es un personaje oscuro, cierto.
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Un buen relato donde yo tampoco sabia que había personista, o para eso están los psicólogos. Eso si alguien que te diga como tienes que ser tu imagen y tu cambio de lock. Un abrazo.
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La personista es algo más que un psicólogo o un estilista. Quizás sea un personaje complicado. Un saludo.
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Hola Beatriz, qué buen relato, me ha gustado mucho. Fantásticos los personajes, sobre todo el de la señora «personista». Un abrazo y Felicitaciones.
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Gracias por tu comentario, Mirta. Un saludo.
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Gracias, Beatriz, por participar con este relato en EL TINTERO DE ORO. Un abrazo y suerte!
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Qué relato tan original e interesante, me he quedado con ganas de saber más acerca del trabajo de Clarisa. Está claro que conoce bien a las personas, aunque algunos de sus clientes sean tan poco recomendables como un asesino que lee el Financial Times…
Muy bueno, Bea, ¡muchas suerte en el Tintero!
Un beso.
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Gracias, Julia. Clarisa es un personaje curioso. Un saludo.
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Muy buen relato, Beatriz, con un final que no me esperaba, como era sin duda tu intensión. Me pregunto si nuestro modelo chimpancé se decidirá a llamar a la personista. ¿Tendrá también un oscuro hobby, como el modelo hiena del Financial Times? Solo tú lo sabes.
Mucha suerte en el concurso.
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Muchas gracias, Bruno. Son unos personajes extraños estos. Un saludo.
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Hola, Beatriz
Un relato muy original con un personaje impactante, esa personista que te pone los pelos de punta.
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Gracias por tu comentario, Conrad. Un saludo.
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Muy buen relato, Beatriz, con un final que no me esperaba, como seguro era tu intensión. ¿Llamará nuestro protagonista modelo chimpancé a la personista? ¿Tendrá un oscuro hobby como el modelo hiena del Financial Times? Solo tú lo puedes saber.
Un saludo y mucha suerte en el concurso.
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Hola Bea
Un relato original con personajes interesantes.
Suerte y saludos
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Muchas gracias por tu comentario, Paola. Un saludo.
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Original e interesante relato; que deja al lector imaginando lo que sigue, que es algo que me gusta mucho… excelente de verdad.
Un beso.
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Muchas gracias por tu comentario, Alma. Un saludo.
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Buen relato Beatriz. Me gusta. Tal vez , una pincelada más de integración del tercer personaje, más allá de “no prestar atención” sería de agradecer por un lector entregado como soy yo. Relato puntuable . Un abrazo
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Gracias, Luigi. Me pensaré un papel más importante para mi “tipo hiena”. Un abrazo.
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¡Vaya con la «personista»!, ¡y vaya con el del diario asalmonado! Por cierto, buen detalle este último.
Muy buen relato, amiga Beatriz, con un tema muy original y con un tempo acorde con el avanzar de ese tren que sin duda sería de cercanías… ¡Enhorabuena!
Te deseo mucha suerte en EL TINTERO DE ORO.
Un fuerte abrazo.
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Muchas gracias por tu comentario, Patxi. Un abrazo.
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Desde luego el relato es muy original, nunca se me habría ocurrido escribir sobre una personista. Además, si existiera alguna, me la imaginaria tal y como la has descrito. Inesperado también el final, parece que a la protagonista le va bien en el negocio. Me pregunto que será de nuestro amigo chimpancé. Mucha suerte en el Tintero, Beatriz. Un abrazo!
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Gracias por tu comentario, Jorge. Pues el chimpancé aún no ha vuelto a mis teclas, a ver si no tarda mucho y os cuento más de él…o de ella. Saludos.
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Muy singular el personaje de la personista que clasifica y asesora a las personas. La trama engancha desde el principio y ese inesperado final refuerza y consolida un notable relato. Mucha Suerte en El Tintero. Un abrazo, Beatriz.
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Muchas gracias por tu comentario, Paco. Un saludo.
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Interesante texto, Beatriz. La personista da para una saga de relatos. Me han gustado los diálogos. Con ellos logras presentar el rasgo inverosímil de la personista ante la estupefacción del pasajero.
Suerte en el tintero!
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Muchas gracias por tu comentario, Araceli. Un saludo.
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Un gracioso personaje el tuyo e inquietante , no me extraña que se pusiera nervioso al pasajero, si me sucede a mí escaparía de la señora en cuestión. El final de la historia
Muy buenos los diálogos y la escena donde se desarrolla toda la acción.
Suerte Bea en el concurso
Un saludo
Puri
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Muchas gracias por tu comentario, Puri. Un abrazo.
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Puede ser peligroso ponerse en manos de un personista, no sea que descubramos al ser que se oculta adentro de nosotros y que no nos guste y hasta resulte peligroso. Muy original
Un abrazo
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Muchas gracias por tu comentario, Fran. Un saludo.
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Beatriz, “La personita” me parece un magnífico trabajo. Me gusta mucho mucho. Seguro que detrás de los políticos de turno hay un arreglador de personas y personalidades aunque no tan eficiente como la apañadora de tu relato.
Te felicito Beatriz.
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Muchas gracias por tu comentario, Tara. Un saludo.
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