Tic, tac, ¡boom!

Diez

Miro de reojo el número en la pantallita. Se me acaba el tiempo, lo sé, pero todos mis músculos se han bloqueado y los sentidos empiezan a fallarme. Veo nuboso, siento la boca seca, me zumban los oídos, huelo el miedo y las manos sudan como cataratas.

Nueve

He cortado el primer cable. Azul. Decían que era el neutro, pero la verdad es que lo he cortado porque tenía el mismo color de la equipación de mi equipo de fútbol y eso tenía que ser una señal.

Ocho

El calor es insoportable dentro de este traje. Siento las gotas de sudor bajar por la espalda. Es curioso, pero, mientras bajan, me provocan frío en los trozos de piel que recorren.

Siete

Quedan cuatro cables, ¿cuál cojo? Elegir el negro o el rojo sería muy obvio, ¿no? Quizás el amarillo. ¡Yo y mi falta de atención! ¡Se acaba el tiempo!

Seis

Sí, el amarillo, lo presiento. Fuera, uno menos, ya sólo quedan tres y tiene que quedar uno.

Cinco

Todas las miradas y todas las esperanzas están puestas en mí. La presión me hace crecer, ¡vamos, si quieres puedes!

Cuatro

Rojo. Sí, eso es. No puede parecer que estoy jugando al pito-pito-gorgorito. Soy un profesional.

Tres

El contador sigue descontando. ¡Qué paradoja! ¿No debería ser un descontador? Pero, ¡¿por qué no para?!

Dos

Dos segundos. Dos cables. Dos, dos. Solo dos. Negro y marrón. ¿Marrón o negro? La posibilidad de vivir o morir a un golpe de alicates.

Uno

El fin. Que sea lo que Dios o el Diablo quiera.

—Pues bien, señores, gracias al soldado Cañete ahora estaríamos todos muertos, ¿no le ha dado por pensar en estos diez segundos que el único cable que tenía que cortar era el que paraba el reloj y no al revés?

2 Comentarios

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.