Querida Manuela,
Hoy he vuelto a pasar por tu casa. Era tarde, acababa de llegar al pueblo tras largas horas de viaje en coche y mis piernas pedían a gritos movimiento. El resto lo hicieron solos mis pies que recorrieron, de memoria, cada uno de los pasos que separan mi casa y la tuya.
Estuve tentado de llamar al viejo portón pero, lo más seguro, es que mi llamada valiente e intempestiva, me hubiera acarreado un sonoro sopapo de tu padre. Nunca me pareció un hombre demasiado comprensivo y un joven enamorado no era excusa suficiente para despertarlo en mitad de la madrugada.
He estado un largo rato mirando tu ventana por si, como tantas noches te vi hacer, te ponías a leer en el alfeizar. Siempre he adorado tu manía por entregarte a la lectura en cualquier rincón. Pero tu luz se ha mantenido apagada, como mi esperanza por volver a verte.
Justo cuando me iba, he vuelto a fijarme en tu puerta. Se me han parado los pulsos al ver que, sobre el 4 de antaño, ahora luce un 10. Un escalofrío me ha recorrido todo el cuerpo al comprender por qué nunca mis cartas tuvieron respuesta. Manuela mía, he pasado meses creyendo que te habías olvidado de mí y hoy comprendo que, tal vez, tú has pensado lo mismo de mi.
Me he arrepentido de cada vez que pensé que era tu madre quien no te daba mis cartas. Perdóname, Manuela, ¿cómo iba a saber yo que habían cambiado el número de tu casa? Prometo contarte al oído cada una de las cartas que te he escrito en los largos días de invierno.
Te espero mañana en el paseo, para contarte mis letras y mi…
El zumbido del móvil la sacó del libro y la devolvió a la vida real.
Killa m kedao sin batería mi movil es una mierda. Mñn no estan mis viejos en el keli, vent q t boy a pone fina.
Manuela suspiró mientras respondía al whatsapp, por un momento había creído que era la protagonista de novela.
Café Literato 