Palabras, sólo palabras entre nosotros. En mi mente resuenan las tuyas, las de siempre, vacías, pero tan arrebatadoras y zalameras que siempre logras convencerme.
Sigo a oscuras. La habitación sólo se ilumina por la luz que dejan pasar los agujeros de la persiana y dibuja caprichosamente mi cuerpo en el espejo.
Sigo desnuda, arropada por tus últimas palabras que se han deslizado por mi piel al compás que han marcado tus manos. Palabras que han erizado cada centímetro de mí para después dejarme con las ganas. Palabras que se ha deshecho como pompas de jabón mientras veía como te abrochabas los botones de tu perfecta camisa azul.
Sigo frustrada. Apuro un cigarro, otro más, mientras recuerdo cada una de las puñaladas que me has dado al vaivén de tu cuerpo. Quieres empezar de cero, volver a ser lo que fuimos o quizás ser lo que no fuimos nunca, quieres ser feliz de nuevo, traerme flores, hacerme el amor una y otra vez, amanecer a mi lado, quieres…
Por un momento te he creído. Me susurras que me quieres, pero te escucho decirle a ella, por el teléfono, que volverías pronto a casa, llegarías a tiempo para cenar con los niños. Te han fallado tus palabras y te has dado cuenta cuando me has visto sonreir mientras cerrabas la puerta.
Mina canta desde mi tocadiscos. Parole, parole…sólo palabras entre tu y yo. He soltado una bocanada de humo y he bloqueado tu número en mi agenda, debo apurar el cigarro y vestirme, el cerrajero está al venir… tus palabras ya no están y hoy sólo serán mis llaves las que cambien.
(Publicación original 28/06/2017)
Café Literato 
El caso es que la persona astada es la última en enterarse de que lo es.
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