La aventura de vivir

—Voy a tomarme la vida como una inmensa aventura—murmuró mientras miraba los zapatos que había comprado la tarde antes de decidir que era el momento de irse.— No se trata de huir, voy a buscarme, necesito encontrar a la mujer que fui y que he perdido por el camino.

Lanzó la ropa sobre la cama a la vez que continuaba parloteando sin parar.

—Me he dejado llevar por la vorágine, me he zambullido en una vida que no me llena, he olvidado los sueños que tuve, aquellos que me hacía feliz y todo por un mundo ¿perfecto? —Dibujó con los dedos unas comillas.— Un mundo esclavo, eso es lo que es. Pareja perfecta, trabajo perfecto, casa perfecta, ¡pero no es mi mundo! No es eso lo que necesito.

Se dejó caer en la cama sobre el montón de ropa que había ido formando.

—Ni siquiera necesito un hombre para ser feliz, pero si lo tuviera, mejor que sea uno que me haga reír aunque no salga bien en la foto…y el trabajo, esa es otra, soy parte de un engranaje, parece que me paso la vida apretando el mismo tornillo, sin ilusión…

Torció el gesto pensando en lo que habían dicho lo demás cuando les dijo que lo dejaba todo y se marchaba. Locura, insensatez, inmadurez… todas aquellas palabras cabían en una sola: incomprensión. Sacudió la cabeza y recordó las palabras de su abuela: “no te preocupes por un mundo gris, pinta el tuyo a tu manera”.

Aquellos zapatos eran un punto de partida. Unos zapatos diseñados para comerse al mundo, le había dicho la dependienta en su afán por vender. Quizás tenía razón. Cuando salió de la tienda, se fue directa a la agencia de viajes y pidió un billete para la ciudad donde sus sueños pudieran hacerse realidad. El hombre que la atendió la miró con la misma calma con la que le preguntó si eso existía de verdad.

—Pues no lo sé, las películas dicen que eso pasa en París… Quizás en Nueva York si tu sueño es americano… No sé, deme un billete para el primer destino que salga mañana y ya veremos qué sueños surgen.

Eso había sido apenas doce horas antes y ahora estaba llenando cajas con ropa para donar y maletas con ropa para vivir.

Se ciñó el cinturón del albornoz en un gesto de inseguridad. ¿Volvería a equivocarse? Esa era la única certeza que tenía, pero se sentía fuerte para afrontarlo y que no doliera tanto.

Se vistió con mimo y sacó los zapatos de la caja. No hacía falta más que unos cómodos pantalones y una camisa. Recuperó el borsalino negro que alguien le dijo una vez que abandonara y metió en el bolso lo que le haría falta: dinero, ilusión, el móvil, alegría, brillo de labios y unas grandes gafas de sol.

Se calzó sus zapatos todoterreno de suela de goma y antes de echar a volar volvió a mirar la casa, nunca fue un hogar. Cerró la puerta y salió a la calle. Fuera llovía, quizás alguien le diría que no era una buena señal, pero sintió que aquel agua era justo lo que necesitaba para limpiar su vida. Cerró el paraguas y comenzó a escribir su nueva historia.

7 Comentarios

  1. Es algo que a todos nos gustaría. Tanto si es en buen momento de nuestra vida, como si no lo es. Brindo por el recomenzar. Apostar por lo sueños!! adelante con ello. Un saludo!! ( Me ha gustado mucho)

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