Exaltación 2009

Sevilla, despierta de tu letargo, vístete con tus mejores galas, coloréate de un abanico de primaverales colores y perfúmate de románticas fragancias. Píntate del azul de un dulce cielo; del verde de los naranjos que te perfuman con el blanco de su azahar, verde del Parque que se viste de Paz para recibir su Victoria; del amarillo de un sol que de calor a tus calles e ilumine tus rincones con tornasoles dorados; del ámbar con que hicieron la Giralda que te corona y de pequeñas gotas de miel de torrijas y pestiños, dulces de abuela y convento y de rojo, de roja Pasión de primavera.

Despójate de tus tristes e invernales atuendos, deja que el chantilly de una mantilla de luto toque tu pelo negro, acaracolado, sujeto por el carey de una peina. Deja que tus pies se calcen con sandalias nazarenas o con el fino esparto costalero. Revístete de palmas en un domingo de ramplas en el Salvador para recibir, como la niña que eres, su entrada triunfal en un pequeño burrito.

Canta con voz quebrada tu particular saeta, la saeta que sólo Tú, Sevilla, sabes ofrecer a María, Niña Inmaculada, que llora la pena de la muerte de un hijo con sueños de Aurora en mañana de Domingo de Resurrección.

Pasea entre naranjos envolviendo al Señor de Santa Cruz o amparando a un Jesús que va Cautivo entre las almenas de tu alcázar, donde las luces juegan caprichosas entre el claro-oscuro de la caída de una tarde de simpar primavera y las luces sacras de sus ángeles de luz; mientras María, que regala sus Mercedes redimiendo a los que tienen el alma presa, te sonríe un año más diciéndote: “De nuevo se cumplió el milagro, un barrio se hizo Hermandad y una Hermandad se hizo Sevilla”.

Vuélvete Cigarrera de Triana en un puente que no es de Isabel II, que es tuyo y es del Carmen, donde Jesús caerá tres veces entre costales marineros y mirará a los cielos de la cava en su Expiración tras orar en sus Penas a la Estrella de la mañana. Y clava la rodilla en tierra ante un Señor Nazareno que en su camino al Calvario muestra su Gran Poder repartiendo a cuantos le imploran la Salud que calme sus Penas.

Acompaña a María en su Quinta Angustia que tras el balanceo del Señor al ser descendido de la cruz de su pasión, lo recibe en sus brazos de piedad a la espera de ser trasladado al sepulcro entre dieciocho ciriales de acompañamiento y sones fúnebres de muñidor.

Y espera, espera la resurrección gloriosa en la aurora de la mañana, con repiques de turris fortissima y sones de clarines de Maestranza. Cuando el alma de Dios suena más alegre que nunca anunciándole a las hermanas de la cruz que se cumplió lo escrito, que tras tres días de triste luto, Jesús a resucitado y junto a él, Tú, Sevilla. Y sueña, que no se ha acabado pues nunca se acaba porque la Semana Santa eres Tú y Tú eres Semana Santa. Que nunca una semana fue más corta ni la espera se hará más larga que esperar de nuevo a que las puertas de San Sebastián se abran para tu gloria, para su pasión y para nuestra esperanza. 

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