Te reto.
Te lanzo un guante blanco al hombro.
Te pido que nos batamos en duelo como luchadores del honor decimonónico.
Te invito a desarmarme con tus artes y que, sin piedad, me dispares a bocajarro antes de que mis artes, mis malas artes, te consuman en un abrasador fuego sin llamas.
Te doy diez pasos de ventaja, aquí estoy, casi inerte, como estatua de museo a la que no han insuflado vida, sólo el frío y la dureza de la piedra.
Te cedo el disparar tu primero pues parece que siempre andas con prisas, sin descanso, sin espera, desesperado, dando vueltas como burro de noria pero siguiendo un ritmo acompasado.
Te regalo todo lo que ya hice, lo que ya pasó por tus manos pero lo que me queda, eso es mío y no pienso cederte ni un pedazo que si tu te llamas tiempo, a mi nadie me llama fracaso.