Era su primera manifa y, tenía que reconocerlo, estaba nervioso. Había visto cientos en la televisión pero nunca había tenido necesidad de ir. Hoy era distinto, a la hora acordada estaba allí, preparado.
La plaza comenzó a llenarse y a él empezaron a sudarle las manos. Las banderas ondeaban al viento y él empezó a ver destellos de colores que le hicieron cerrar los ojos fuerte. Después llegó el ruido. La voces y las consignas que, una vez que llegaban a sus oídos, eran como agudos pitidos. Y por último, la conciencia de estar rodeado…acosado, agobiado,…
No había solución. El corazón empezó a palpitar con violencia y el sudor frío recorrió su espina dorsal. Sin esperar la orden, bajó la visera y blandió su porra. A golpes se abrió paso entre la multitud que miraba perpleja a aquel policía cargar contra todo él solo. Paró cuando sus oídos se acostumbraron de nuevo al silencio y se agazapó en un rincón a esperar que alguien lo encontrara.
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Gracias por tu comentario.
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Seguro que a la segunda le pilló el gusto.
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