No te contrato por casada

Hace unas semanas tuve una entrevista de trabajo. Desde mis becas de la Universidad no había vuelto a tener ninguna pero, sinceramente, o las que hice antes fueron la leche o los RRHH han retrocedido a la prehistoria.

Una entrevista nada preparada por parte del entrevistador, donde su pregunta (o no pregunta) favorita era «bueno, cuéntame algo de tu curriculum» así en genérico y donde no me podían hablar de las condiciones que ofrecían porque las contractuales «las llevaba una gestoria y aún lo estaban hablando» y los horarios dependían de «una centralita telefónica automática que aún no habían programado».

Fuera de esto y que casi me hacen jurar sobre la Constitución que me aprendería una ley si me contrataban, lo que más me sorprendió fue que me preguntaran si estaba casada.

Parece una pregunta medieval pero, como una todavía anda estrenando alianza, respondí que sí. Y aquí es cuando viene mi sorpresa, el buen señor que me entrevistaba me dijo (agarrarse que vienen curvas) que si a mi marido le importaba que trabajara y si creía que le importaría que saliera tarde de trabajar.

Atónita como estaba sólo pude responder: ¿¿¿¿Y por qué le iba a importar????

El buen señor, no satisfecho con la pregunta que ya me había hecho, va y lanza la bomba ¡¡¡¡¿¿¿PERO TU QUIERES TRABAJAR O NO???!!!!

Como imagináis, a partir de este momento, no di pie con bola y el tono del señor entrevistador cambió radicalmente por lo que, después de un cortés «mañana te llamaremos», me fui a casa tal y como había ido. Y esa llamada nunca se produjo.

Unos días después empecé a reflexionar sobre esto. La verdad es que nunca me había enfrentado a una situación tan educadamente machista (porque en todo momento, el señor fue de lo más correcto). A mis recién estrenados 30 años y con un curriculum «apañao», no entiendo por qué a mi marido le deba importar que trabaje ni que salga tarde; no creo que ahora tenga que empezar a pedirle permiso para tener una vida laboral. Está  claro que para la toma de decisiones, una de las personas a las que recurro es mi pareja, pero es algo que ya hacía antes de dar el sí quiero y, además, por voluntad propia. Ahora, tres meses después, no creo que deba ser él quién tome las decisiones de mi vida.

Parece ser que seguimos en un mundo en el que haberme casado me saca del mercado. No me preguntó si tenía hijos, porque ya habría sido de traca, pero no entiendo cómo la valía de una persona puede medirse por su estado civil. Había tenido alguna experiencia machista y sigo sin entender qué pasa si, tenemos los mismos perfiles, sean preferibles las bolas de cintura para abajo que de cintura para arriba.

En fin, ahora estoy como con los regalos de Coca-cola: siga buscando. Pero me alegro de que no me llamaran porque, tengo la sensación de que, si me hubieran contratado, no lo habría tenido fácil.

 

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