¡Buenos días! Con la historia que os traigo hoy quería hablaros de que el mundo es un pañuelo pero, a la vez, quería contaros como hay cosas que nos marcan de niños y que nunca se nos olvidan por muy simples que sean.
En mi primer libro de lectura del colegio (El de Borja y Pancete), con apenas 6 años, leí un cuento que me encantó sobre un toro al que le gustaba estar en la dehesa oliendo las flores pero no estaba «preparado» para ser toreado. Nunca olvidé ese cuento, me parecía tremendamente divertido a la vez que veía cómo me enseñaban la importancia de ser diferente. [pullquote]Lo busqué y lo busqué (gracias Internet) pero lo único que encontraba era fotos y artículos sobre tauromaquia.[/pullquote] Llegué a pensar que el cuento me lo había inventado yo (os prometo que me habría encantado, pero no). Es curioso como, a pesar de los años que habían pasado, no se me olvidaba aquella historia. Sin duda había dejado huella en mi.
Pero la vida, cuando menos te lo esperas, te da sorpresas. Estaba viendo la película de Sandra Bullock «Un Sueño Posible» había una escena preciosa en una librería en la que unos niños le recordaban a su madre los cuentos que les leía cuando eran muy pequeños a la hora de dormir…y ahí estaba mi cuento, El Toro Ferdinando… ¡No me lo podía creer! Tantos años de búsqueda y, al final, aparece así, de la nada, cuando ya había desistido de encontrarlo.
Os quiero regalar el cuento. No quiero que se entre en la polémica de «Toros sí o Toros no» porque no es esa la finalidad de esta historia. Se trata de aprender a entender y amar las diferencias de los demás. Dadle al play…