Llevaba meses esperando esta carta y hoy por fin me ha llegado.
Había mandado convenientemente todos los documentos que me solicitaban:
– Partida de nacimiento, en Sevilla, por supuesto.
– Partida de bautismo, como Dios manda.
– Certificados de inscripción a más de una Hermandad incluidas las Glorias.
– Copia compulsada de las estampitas que llevo en la cartera.
– Fotografía que certifique mi condición de «mantilla de Sevilla» (esto sólo en el caso de ser mujer, los hombres están convalidados porque el Jueves Santo todos van de traje).
– Fotografías de flamenca (también para el caso de las mujeres, los hombres debían acreditar que no van a la Feria con clavel reventón en la solapa).
– Dos testigos que acrediten con declaración jurada que conozco todos los rincones gastronómicos de sevillano acuño.
– Enlace a mis redes sociales para comprobar mis opiniones públicas.
– Y, por supuesto, acreditar mi participación en cuantos eventos de bien se celebren en la ciudad entiéndase por tales Corpus, Virgen de los Reyes, besamanos, vía crucis,…
Remití el voluminoso sobre al Consejo General de Sevillanía con el formulario 3005 (número establecido en recuerdo de nuestro santo patrón, San Fernando) solicitando a tan alto organismo mi correspondiente Carnet de Cofrade y me encendí un paquete de incienso de los Tres Reyes y me puse de fondo un recopilatorio de Soria 9, no fuera a ser que pasara algún miembro del consejo por debajo de mi ventana y oyera cualquier cosa que no fuera lo sevillanamente establecido.
Hoy he recibido la respuesta del Consejo de Sevillanía. He abierto mi sobre nerviosa, no es para menos, ¡iba a ser oficialmente Cofrade de Sevillanas maneras! Con las prisas creí que me había dejado el carnet dentro del sobre al sacar la carta, he vuelto a mirar pero no había nada. ¿Nada? Qué extraño, si cumplo todos los requisitos…Solo entonces he decidido leer la carta.
Estimada Sra. Vélez,
Desde el Consejo General de Sevillanía lamentamos informarle de que su solicitud al Carnet de Cofrade ha sido DESESTIMADO por los miembros de este consejo encargados de su caso.
Entendemos que, a pesar de sus innumerables esfuerzos, no alcanza los requisitos necesarios para tan alta distinción de nuestra ciudad. Desafortunadamente, no consideramos que cumpla los requisitos mínimos de neorancismo. Su falta de interés a la hora de ver la Semana Santa «como ha sido siempre» y su pasotismo,nos ha llevado a rechazar la solucitud presentada. Procedemos a exponer los motivos que, a priori y a falta de una revisión más exhaustiva del caso, hemos considerado como excluyentes e incompatibles con su condición de «Buen Cofrade»:
– Desínterés a la hora de contar puntos de luz en altares
– Falta de crítica a las marchas de nuevo acuño
– Desinterés por el muy loable y próximo monumento al Costalero
– No indicación expresa a la carroza de Baltasar para que avanzara «dando paso a la trasera» a esta Pre-Cuaresma que vivimos porque, como sabrá, sólo nos quedan 46 días para celebrar el Miércoles de Ceniza, «esto está ya aquí «.
– Entender que hay vida más allá de Juan Manuel y que es posible un arreglo de los horarios renunciando a «como se ha hecho siempre».
– No defender a capa y espada cada una de las extraordinarias que, gloriosamente, tienen a bien celebrarse en nuestra ciudad por motivos tan importantes como que el escultor cumple las bodas de plata con su mujer que, además, le sirvió de modelo para esculpir la bendita imagen de nuestra Señora.
Contra esta resolución no cabe recurso alguno. No obstante, será posible una nueva presentación de candidatura a Buen Cofrade cuando haya reflexionado y enmendado su actitud ante tan excelsa condición en nuestra ciudad.
Atentamente, el Consejo de Sevillanía.
Me he dejado caer en el sofá con la carta en la mano. ¿Cómo es posible que me esté pasando esto a mi? Me he tenido que ir a la calle y he necesitado tres cervezas y tres de adobo de Blanco Cerrillo para calmarme. He arrugado la carta y la he tirado en la primera papelera de la Calle Tetuán mientras me ponía en mi Spotify «Mi Amargura».
He seguido hasta San Lorenzo y, mientras rezaba un Padre Nuestro, he caído en la cuenta de que, si tan alto Consejo de Sevillanos ilustrados no me quiere con ellos, qué más me da a mi, yo entiendo la Semana Santa de la calle y no la de altares engominados de viejovenes y neorancios.
Entonces Él me ha sonreído y con un «Hasta la Semana que viene» se ha despedido de mí. He puesto rumbo a Teatinos dónde, otra vez Él, me ha recibido con su sonrisa, me ha cautivado y así, ¿quién necesita carnés?
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