El negocio se iba al traste. Muchos decían que era por la crisis, otros que no había sabido adaptarse a las modas, otros que cómo iba a hacer un buen corte de pelo un peluquero con tal calva que la gente debía ponerse gafas de sol para mirarlo.
Estaba desesperado, apenas le quedaban ahorros para mantener el negocio y comer. Este anuncio era su última esperanza.
Nadie podía imaginar la verdad, tenia las uñas tan largas que ya no podía usar sus herramientas de trabajo. Era un completo inútil para cortarselas a sí mismo y, comérselas, le daba asco aunque, quizás, hubiera solucionado su problema de hambre.
Estaba dispuesto a hacer el corte de pelo más difícil de la historia con tal de que alguien, cortauñas en mano, solucionara su problema. Pero nadie lo hizo, todos creyeron que el anuncio sólo podía ser de un chalado.
Desfallecido por no poder comer intentó abrir por última vez su peluquería. No pudo con el peso de la persiana y, además, las uñas le molestaban demasiado. Un señor que pasaba por allí corrió a ayudarle con la reja.
– Gracias buen hombre, ya no puedo ni abrir – dijo apesadumbrado el peluquero.
– ¿Cuál es su problema, amigo? – le dijo cortés.
– Estas uñas, no puedo cortarlas y me están llevando a la ruina.
El hombre miró las manos del peluquero y se rascó la cabeza sorprendido. Sacó de su maletín un metro y, después de medirle las uñas, le dijo exultante.
– Tranquilo, amigo, creo que tengo la solución a su problema. Soy Marcelino Gómez, juez del Libro Guiness, ¿sabía que es el hombre con las uñas más largas del mundo?
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