Una mujer brillante

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Nadie apostaba porque Eloisa fuera una mujer brillante. Siempre a la sombra de su marido, escondida tras el hombre de éxito, su luz quedaba apagada por su propio empeño de mantenerse oculta. Pequeña, proporcionada, elegante pero, a la vez, discreta y sumisa, se mantenía siempre en la retaguardia.
Tampoco se sorprendieron cuando Torcuato la abandonó por una llameante mulata que conoció en La Mina, el tugurio al que acostumbraba a ir cada tarde cuando le decía a Eloísa que tenía importantes reuniones. Borracho, de sexo, de cumbia y de ron, se lo dijo de golpe, la suavidad no entraba en ninguno de sus planes para aquella noche. Eloísa lo miró en silencio, esperaba aquel momento desde el mismo día de su boda; su matrimonio fue crónica de una muerte anunciada desde que le dio el sí quiero y su foto apareció en las páginas de sociedad.
Con un breve encogimiento de hombros, se fue a la habitación, llenó su pequeña maleta con lo poco que necesitaba y salió de la casa sosteniéndole a Torcuato la mirada con tal frialdad que el infiel se sobrecogió aunque, hasta entonces, llameaba por tener cuanto antes a su mulata en la cama. Observó sus tacones de aguja avanzar hacia la puerta, jamás le había visto unos zapatos así, aquella no parecía su Eloísa.
一No pienso quedarme a ver cómo se quema la vida de un hombre de éxito.-sentenció con una sonrisa torcida en sus labios pintados de rojo.- A partir de hoy, voy a llevar las riendas de mi vida y también de mis empresas.
Cerró la puerta de golpe, saliendo de su cascarón de esposa perfecta y borrando, de un plumazo, la borrachera y la calentura de Torcuato que, hasta ese instante, se había olvidado sus capitulaciones matrimoniales.

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