Los domingos eran días de paellas y películas del oeste con el abuelo Marcial. Se sentaban frente al televisor en blanco y negro del salón, él en su butacón de tela verde y ella sobre la alfombra, junto a los pies del abuelo, siempre cubiertos con sus zapatillas de paño a cuadros.
A los dos les gustaban las persecuciones del séptimo de caballería a los comanches. Aunque no se lo decía al abuelo, le asombraban las coloridas plumas de los perseguidos indios.
Su madre se empeñaba en llevarla cubierta de lazos, le horrorizaba verla correr por el salón sobre la escoba como una vaquera e intentaba convencerla con cuentos de princesas y ranas encantadas. Pero no, ella no quería ser Sissi; ella soñaba ser John Wayne galopar sobre su caballo entre los desfiladeros hasta llegar al rancho donde el abuelo la esperaría sentado en porche, balanceados en su mecedora y mascando chicle, como en las películas.
El día de su comunión, el abuelo llegó a la merienda con una gran caja. Bajo la tapa, el brillo de la chapa de sheriff contrastaba con las coloridas plumas del tocado indio. Corrieron por el jardín, el abuelo de gran jefe indio y ella como la gran sheriff que protegería al pueblo de los pieles rojas mientras los invitados reían y su madre suspiraba resignada.
Las plumas de fueron deshojando en el calendario del abuelo hasta que sus colores se apagaron en su mente. Cada domingo, cargaba en el coche si caballito de madera, su sombrero, las pistolas, la chapa y las plumas junto con el tupper de paella y cabalga en su heredado Citroën dos caballos.
一¿Qué hay, vaquero? 一le preguntaba colocándose el sombrero.
一Hola, guapetona. 一tomaba aire antes de seguir一 ¿Cómo te llamas?
一¡Pues cómo me voy a llamar, Marcial! 一contestaba con una sonrisa en los labios y una lágrima en la mejilla 一 John Wayne.
¡Ay! ¡Cuántos no hemos soñado con ser John Wayne! Buen relato, Bea. Un abrazo!
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Gracias, David 😘
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