La gran forma ovalada y blanca flotaba sobre la nada. Con un crujido seco, la superficie se resquebrajó dejando escapar una intensa luz que inundó el vacío. Un cococó profundo y ronco rompió el silencio. Tras un picoteo, una cresta asomó.
La gallina miró a su alrededor, dios dormía. Todo estaba manga por hombro aunque llevaban seis días de cuenta atrás. Tendría que esforzarse para crear el mundo en veinticuatro horas.
Dios despertó desorientado, la siesta se le había ido de las manos y la gallina había hecho el trabajo. Nadie podía saberlo así que creó el caldo.