Carta para el olvido

No esperaba escribirte, no era algo que entrara en mis planes y, sin embargo, he tenido que arrojarme sobre el folio en blanco que descansaba sobre el escrito como si hubiera estado esperando a que me decidiera todo este tiempo.

Quizás haya sido esa escena de la película la que me ha recordado a ti, a lo que nunca tuvimos, pero siempre sentí. Mis ojos se han llenado de lágrimas cuando, en la pantalla, aquella máquina de escribir volaba como una metáfora del amor. Aquella secuencia, enlentecida a conciencia por el director para dotarla de mayor dramatismo, ha despertado a mi corazón después de tanto tiempo anestesiado para no sentir el dolor de tu ausencia. Aquellos fotogramas eran el reflejo de mi propia caída libre hacia el infierno que dejaste en mí.

Nunca quise ver que lo nuestro, si es que alguna vez hubo algo nuestro, solo atendió a la más básica ley de un deseo enfermizo y cruel que acabó arrastrándome a la negrura de tus besos, a la ingratitud de tus caricias, al grito de silencio de tus gemidos. Alejé de mi mente la verdad, engañándome y esperando que, quizás algún día, me quisieras. Nunca llegó.

No volví a ser yo desde aquella última vez que se cruzaron nuestras miradas. Deshojé el calendario esperando volver a ver tus ojos brillar mientras reías y creí hacerlo en ventanas abiertas, en cristaleras de cafeterías, en los espejos que tan solo devolvían el reflejo de alguien que, aunque tenía mis mismos rasgos, era otra persona. 

Puedo imaginarte leyendo esta carta intentando comprenderme y preguntándote qué es lo quiero de ti tanto años después. Es curioso, cuando empecé a escribir esta carta quería pedirte que volvieras, que empezáramos de cero o desde el punto en el que lo dejamos, como tú prefirieras, y sin embargo… Ahora no deseo ni siquiera que la recibas, con cada una de las letras te he ido dejando atrás.

Tu recuerdo no atormentará más mis noches, serán tan solo uno más entre todos los que tejen mi historia. Quién sabe si nuestros caminos volverán a cruzarse algún día, quiero creer que sí y que, por fin, podré mirarte a los ojos sin temblar, con la certeza de que ya no me perderé en ellos de nuevo.

Es hora de decirte adiós para siempre y volver a la vida que dejé atrás. Tal vez queme la carta, dicen que el fuego purifica… o, fíjate qué locura se me ha ocurrido, la presente a algún concurso literario que hable de desamor.

Te deseo que llegues a ser tan feliz como yo sea capaz de serlo. 

CARTA PARTICIPANTE EN EL III CERTAMEN LITERARIO DE CARTAS DE (DES) AMOR MERCEDES GALLEGO.

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