En las noches de cuarto menguante, los muertos tenemos permiso para salir del cementerio. Podemos pasear por la ciudad, recorrer sus calles, pero se nos pide que guardemos silencio, nadie debe conocer nuestras escapadas, no hay necesidad de sembrar el terror cuando somos completamente inofensivos.
No siempre es fácil no hacer ruido, los huesos crujen y no podemos evitar que resuenen en el silencio nocturno. Algunas veces nos cruzamos con algún borracho y disimulamos cantando el siempre beodo y socorrido ¡Asturias, patria querida!
Pero hay veces que las cosas no salen como esperamos. Anoche, mi vecino de lápida, Paquito Buenaventura —aunque muy buena, muy buena, no la tuvo— quiso volver a ver a su mujer. Entró en la casa con todo el sigilo que su menisco roto le permitió y accedió al dormitorio donde el cuerpo de la oronda viuda reposaba desnudo, sudado y jadeante. Paquito iba a tocar con sus falanges aquellas partes nobles, cuando el ruido de la cisterna le desconcertó.
Se metió en el armario, como un vulgar amante, y desde la breve abertura de la puerta vio llegar al panadero rodillo en ristre dispuesto a amasar tetas y nalgas.
—¡Ay lo que le gustaba a Paquito el gazpacho! ¡Si hubiera conocido el ingrediente estrella! Pobre infeliz, se tragó el veneno para el jardín entre el pepino y el ajo —vociferó la viuda negra añadiendo una sonora carcajada.
Paquito se descompuso. La viuda no sabe cómo ha podido entrar tanto polvo en el armario.
RELATO PARTICIPANTE EN EL 11º CERTAMEN «PICAPEDREROS» DE POESÍA, MICRORRELATO Y GUION DE SKETCH CONVOCADO POR LA REVISTA LA OCA LOCA.
jajaja
Buenísimo. Me he jartao reír.
Enhorabuena. 👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼
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Gracias, nada como un poco de humor para soportar los días que llevamos. Un abrazo.
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👏🏻👏🏻👏🏻
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