Vino añejo

Al entrar en la taberna quedó cegado por el brusco cambio entre la fuerte luz exterior y la penumbra que dominaba dentro. Tuvo que esperar unos segundos hasta que sus ojos se acostumbraron. El hombre al que buscaba estaba al fondo del local.

Sobre la mesa descansaba una jarra de barro que había vivido días mejores y un vaso chato con dos dedos de vino. Parecía que el tiempo no había pasado. El pueblo, la taberna, los parroquianos, el olor a uva… todo seguía igual que lo recordaba. Se acercó al hombre que lo observaba sosteniendo un palillo entre los dientes. No daba la impresión de estar sorprendido por la visita, como si esperase que aquel día llegara.

Sin mediar palabra le tendió el sobre. El hombre, curtido por los años de sol y campo, le indicó con un gesto que se sentara y avisó al tabernero para que trajera otro vaso.

一Has hecho un largo camino solo para quitarme lo que es mío, lo que llevo años sacando adelante con el sudor de mi frente y el dolor de mi espalda… no te tenías que haber molestado, podías haber enviado el sobre por correo. —El viejo sirvió vino.

—Lo que es tuyo… tiene gracia. Puede que por eso haya preferido venir en persona, para ver cómo se borra la sonrisa de tu cara. —El viejo levantó una ceja sorprendido.

—Has ganado, el viñedo es tuyo, estarás contento.

—No, papá, no lo estoy… no hasta que se haga justicia para mamá y acabes tus días sufriendo como le hiciste sufrir a ella.

3 Comentarios

  1. Al leer tu relato recordé un sabio proverbio que dice:
    “Den ustedes licor embriagante al que está a punto de perecer, y vino a los que están amargados de alma.Beba uno y olvídese de su pobreza, y no se acuerde más de su propio penoso afán”.
    Enhorabuena¡ saludos

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