El final de la ruta 128

Recientes estudios de viabilidad habían condenado a desaparecer a la ruta ciento veintiocho Soria – Calatañazor – Soria. Los treinta y siete habitantes de la población no viajaban con tanta frecuencia como para mantener un autobús diario que gastaba gasolina y necesitaba mantenimiento.

A Marcelino Luengo, militar del ejército de tierra reconvertido en autobusero, aquella decisión administrativa le había regalado una jubilación anticipada y la perspectiva de tener por delante todo el tiempo del mundo. La noticia le llegó con un preaviso de quince días, tiempo suficiente para convencerse de que no quería ser un mantenido del estado.

El último día, la parada del ciento veintiocho se llenó de bultos y personas aunque hablar de pleno con siete personas quizás fuera pecar de optimismo. Marcelino los observó mientras subían. Cualquiera que le hubiera visto podría pensar que el conductor estaba emocionado ante el final de su vida en el rosco. Pero solo quién no conociera al teniente Marcelino Luengo habría llegado a esa conclusión.

Antes de ponerse en marcha, comprobó que no quedaba nadie en el andén, cerró la puerta y se ajustó el cinturón de seguridad en un gesto mecánico que, en ese momento, le resultó innecesario y absurdo. Arrancó y salió de la estación mientras miraba al pasaje por el retrovisor: una pareja de ancianos que tal vez tenían una visita médica; una ocupada madre con sus dos pequeños que no dejaban de juguetear con un camión de plástico; un joven con grandes auriculares que quizás volvía de descubrir el pueblo del que escaparon sus mayores; y una monja que no logró ubicar porque en Calatañazor no había ningún convento y la parroquia hacía años que no tenía cura propio.

Nadie le echaba cuenta, como si fuera parte del propio autobús. Cogió el micrófono que nunca hasta ese día había usado y carraspeó para que los pasajeros le prestaran atención.

一Estimados pasajeros, bienvenidos a la ruta ciento veintiocho. Como sabrán, el gobierno autonómico ha decidido suprimir la línea por malos resultados y a mí me ha regalado una maravillosa y solitaria jubilación. 一Un breve murmullo llegó hasta la cabina del conductor con opiniones de desacuerdo con la decisión.一 Entiendo que para algunos, su desaparición no supone más que un pequeño contratiempo; quizás a esta entrañable pareja le cause más molestias porque a su edad, hacer autoestop es difícil, pero para mí es poco menos que la muerte en vida.

La monja se santiguó ante el comentario mientras los dos pequeños seguían ajenos al monólogo peleándose entre ellos por ver a quién le tocaba jugar con el camión.

一Como tenemos por delante cuarenta minutos, me permitirán que comparta mi historia. Verán, no siempre fui conductor, durante años formé parte de las filas del ejército de tierra, el mejor artificiero de mi promoción, fíjense. Pero un día me invitaron amablemente a irme, me dijeron que era un peligro y me prohibieron tener en mis manos cualquier explosivo. 一El joven, que se había quitado los auriculares al ver la boca del conductor moverse, se revolvió incómodo en el asiento.一 Una tontería, ni el coronel ni su familia sufrieron daños, mi primer error en años, de no haber sido por el vino, les aseguro que no habría fallado.

El tono malicioso de aquella confesión preocupó a la ocupada madre que cogió el juguete y sentó a sus hijos pidiéndoles que se estuvieran quietos. Los ancianos entrelazaron sus manos y se acurrucaron.
一Ahora el gobierno vuelve a joderme quitándome lo único que tengo, mi ruta ciento veintiocho, el salvavidas al que me agarré cuando me echaron y al volver a casa la encontré vacía de cosas y de gente. Mi mujer cogió a los niños y se fue, mejor así, sino habrían volado como tendría que haberlo hecho el coronel.

Uno de los pequeños comenzó a llorar. El autobús, de golpe, era un sepulcro. Los pasajeros se miraban intentando entender qué pretendía aquel hombre. Pero mudos, nadie se atrevió a hablar.

一La España vaciada… ¿lo han oído alguna vez? Pueblos con más vacas que vecinos. Sin futuro porque se lo cortan de un plumazo. Pero hoy todos hablarán de Calatañazor. 一Una sonrisa se dibujó en los labios de Marcelino, apenas quedaban diez kilómetros para el final de la ruta.一 Lamento que les haya tocado, entiendan que no es personal, podrían haber sido ustedes como cualquier otra persona que hubiera subido hoy al autobús. Como les veo confundidos, les explicaré qué va a pasar. En los pocos kilómetros que quedan podrán despedirse de quién quieran, si quieren pueden contar lo que está pasando en las redes sociales, pero no habrá tiempo para que ningún equipo llegue a evitarlo. 一Hizo una pausa para dar mayor dramatismo al momento.一 Justo cuando el autobús entre en la estación de Soria, pulsaré este mando a distancia y los doscientos kilos de amonal que cargué esta mañana en la bodega harán el resto. Pero, por favor, no se angustien y disfruten del último viaje de la ruta ciento veintiocho.

Un comentario

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.