Este pasillo me pone muy nerviosa, tan frío, tan oscuro, tan largo. Y esa voz al otro lado de la puerta, la secretaria del director que es una señora muy desagradable, no me extraña que la apoden «La almorrana» porque es incómoda, un incordio y siempre aparece en los momentos más horribles. Está claro que no van a ser buenas noticias porque si no, ¿para qué me dicen que entre sin llamar? Cuando te van a dar buenas noticias siempre te hacen esperar en la salita con hilo musical. ¿Quién eligirá las canciones? ¿Será la secretaria? Porque tiene un gusto terrible, mira que ponernos a Luis Aguilé y su Cuando salí de Cuba que no digo que no sea una buena canción, pero cuando la has escuchado veinticinco veces antes de entrar en el despacho del director pues una ya piensa que lo de irse de la isla en balsa pues tampoco está tan mal porque para estar todo el rato escuchando a este tipo pues mejor nadando.
Bueno, pues nada, aquí estoy, este picaporte deberían cambiarlo porque se engancha y a nadie le gustaría que el director se quedara encerrado aquí o tal vez sí porque mira si se queda aquí para siempre a lo mejor viviríamos todos mucho más tranquilos. Fíjate qué cara tiene, el pobre es que parece que está siempre estreñido como le pasaba a mi primo Tomás que siempre estaba enfadado y era culpa de su tránsito intestinal que fue ir al internista y solucionarse todo, aunque, claro, al director no le interesa porque si se volviera una persona amable ya no podría despedirnos como lo está haciendo ahora mismo conmigo. Ya me lo esperaba, no me coge por sorpresa, pero vamos que podía ahorrarse toda la verborrea porque al final no lo estoy entendiendo con tanto ROE y tantos dividendos, si yo sólo soy una telefonista aunque bueno quizás tenga algo que ver con la maquinita esa que han puesto ahora que cuando se llama hay que ir pulsando teclas hasta que al final te cuelgan porque ya no hay respeto por nadie y tratamos a los clientes como a ganado.
Que dice que soy mayor y que agradece mis años de dedicación a la empresa, nos ha jodío, ahora me echa por vieja y me lo vende como un premio como si fuera un piso en Torrevieja de esos del 1, 2 ,3 y que bla, bla, bla que me indemnizan con una mierda y que mi jubilación. El director debería cambiar de asistenta porque vaya camisa mal planchada para un señor de su posición, a lo mejor le interesa, como ahora voy a tener tiempo, no sé si decírselo porque como está estreñido a lo mejor me manda lejos o me achucha a su secretaria que, por cierto, es mayor que yo, porque la recuerdo moceándose con mi primo Julio cuando yo aún llevaba calcetines y, mira por donde, a ella no la echa. Ea, pues nada, con Dios y a tomar viento fresco a una era que ya no trabajo aquí y tendré que ir mañana al paro a arreglar los papeles a ver si quiere venir Juanito y me ayuda con las modernidades. Este pasillo hay que darle un pulido el suelo no brilla pero bueno qué me importa a mí si cuando salí de Cuba dejé mi vida, dejé mi amor. Hay que fastidiarse, no sólo me despiden sino que se me ha pegado la cancioncilla de Luis Aguilé flotando en la mente y nunca podré morir, mi corazón no lo tengo aquí.
¿Era una adicta al trabajo? De un tiempo a esta parte, yo sueño con la llegada de mi jubilación.
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