Miércoles. La semana avanza como las aguas de un río que busca el mar.
El miércoles es día torero de luz y barrio viejo donde pedir salud en el refugio del arrabal que fue y que un miércoles como hoy volverá a ser, soñando con lirios salpicados en los claveles de la memoria. Espejo de mis mayores. Chicuelinas de artillería, verónicas de reja y adoquines.
Seguro que hoy estamos contigo en el paraíso.
Capotes por naturales y clarines de duelo. Jesús parece que muere, pero sólo duerme en el sueño de la ciudad que lo mece y le susurra plegarias. María, ahí tienes a tu hijo. Y la madre acoge con piedad entre sus brazos el cuerpo del hijo, a porta gayola, endulzando el sufrimiento con la caridad de su espíritu, tabla a la que agarrarnos en los duros días que nos toquen vivir.
Muleta ondeada en el mar, la vida que sigue como esas cosas que no tienen mucho sentido, porque no hay mayor verdad que la de Dios hecho ciudad y ciudad hecha madre. Estoque que clava su inmisericorde punta de lanza en el costado de la urbe que sigue soñando lo que será, pero que todavía no ha sido. Como tampoco lo es aún la plaza ni la calle ni el mercado. No es el Arenal ni el gallo cantará tres veces.
Padre, ¿por qué nos has abandonado?
Lances que piden el agua que fluye como una fontana de capas blancas que arrastran el consuelo de una madre justo hasta donde, hoy, más falta hace. Acequia escondida, manantial de nueva vida, agua para el enfermo, plegaria de buen final, comunión de pan de vida.
Es miércoles. Torería para una ciudad que gallarda se enfrenta al burel de un destino jamás pensado. La vida es una faena lenta, una semana que embiste al destino y que se escapa entre nuestros dedos.
(Publicación original en El Foro Cofrade el 31/03/2021).